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Portishead dieron el cierre que el FIB 2015 merecía

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Y el domingo pasado el FIB 2015 tocó su final, con unos Portishead pletóricos en el escenario principal y el supergrupo de Franz Ferdinand y Sparks montanto una fiesta en el segundo escenario que solo habría sido mejor si su ubicación y momento se hubiera considerado más delicadamente. Un fin de fiesta de la mano de Bastille para los británicos y de la de Joe Crepúsculo para los españoles, que puso un broche a la altura del Benicassim que vivimos. Como siempre, puedes ver más fotos aquí.

Beth Gibbons, de Portishead

Beth Gibbons, de Portishead

Billy McCarthy, guitarrista y vocalista de Augustines

Billy McCarthy, guitarrista y vocalista de Augustines

Comenzábamos la tarde al filo de las ocho con el trío newyorkino Augustines en el principal, con un lento goteo de público que se iba quedando en la explanada atraídos por el enérgico show que montaron. Su propuesta es muy sencilla, folk-rock abrumadoramente fácil de escuchar, épico y sentimental interpretado con gigantescas sonrisas y enorme calidez. Me gustaron bastante más que como para decir que fueron meramente eficaces, sino que pusieron mucha carne en el asador y tuve la impresión de que convencían a una enorme cantidad de público que nunca había oído hablar de ellos. A ver si los vemos más a menudo en España, que ya hacía años que no sabía de ellos.

Public Enemy @ FIB 2015Poco rato después una vieja gloria se subía al escenario Radio 3: ni más ni menos que Public Enemy, una de las formaciones de rap más reconocidas de la Historia y que sacó petróleo de su vieja gloria cosechada entre finales de los 80 y principios de los 90. El rap y el hip hop son géneros musicales que se me escapan por completo, aunque no puedo negar la importancia de esta formación, y la respuesta del público fue muy clara: muchísima gente dispuesta a alzar sus puños para disfrutar del bailongo show de los de Long Island, que llenaron el escenario de parafernalia militar y se deshicieron en halagos y agradecimientos a la audiencia. Sólidos y numerosos sobre el escenario, su show parece seguir de actualidad.

Ya pasadas las nueve una enorme multitud se concentraba frente al escenario principal para ver la primera vez de Vetusta Morla en el Benicàssim (después de esto ya el único festival español que les debe quedar por pisar debe ser el Resurrection o el Azkena, pero dadles tiempo). ¿El planteamiento? Pues el mismo de siempre: una banda formada por grandes y serios músicos que funciona como un reloj suizo y un cantante que de cuando en cuando le pega a un par de tom-toms y gesticula todo el tiempo. Es un guión que hemos visto muchas veces y de hecho si repaso las fotos que les saqué el año pasado en otro festival, parecen idénticas a las de éste. La gente, eso sí, encantada: Vetusta Morla llevan haciendo básicamente lo mismo algo más de cinco años y el público sencillamente enloquece, y es porque mal no lo hacen. Épica desmedida, juegos de luces elaborados, una potencia riquísima instrumentalmente (he de reconocer que cada vez que los veo me fijo más en la solvencia de los instrumentistas del grupo) y esas letras sin demasiado sentido pero que la gente corea como si fueran ya himnos. Bastantes canciones de La Deriva y un karaoke existosísimo con Copenhage o Lo Que Te Hace Grande. El resultado, pues el de siempre: muy eficaces, el público encantado y una servidora con la sensación de que este show ya lo ha visto mil veces, y ninguna de ellas le ha emocionado especialmente.

Pucho from Vetusta Morla @ FIB 2015

Alex Kapranos con FFS

Alex Kapranos con FFS

Pasadas las diez nos volvíamos al escenario Radio 3 con muchas ganas, y lo hacía un buen puñado de fibers: por fin ibamos a ver “lo de Franz Ferdinand y Sparks“, ese FFS que se han montado una de las bandas británicas de este arranque de siglo en más claro declive y una formación estadounidense tan versátil como mítica. El resultado fue una fiesta, un cachondeo y una genialidad. Sesenta minutos de bailoteos entre Alex Kapranos y Russel Mael arropados por una complicidad y un trabajo de ensayo serio y minucioso. El show les sale de miedo, y el público responde dándolo todo. Al hecho de que la colección de canciones que han compuesto juntos es genial se le une la inteligencia con la que eligen los temas de cada banda individual que tocar. Así que a cachondadas como Johnny Delusional, Police Encounters o la casi ópera rock de Collaborations Don’t Work se suman Achoo, Walk Away o Take Me Out. El resultado es una bomba de relojería que hace que la audiencia lo pase pirata, cante a pleno pulmón y se ría a carcajadas con el bueno de Ron Mael (el teclista de Sparks) que, por momentos, parece estar hecho de cera, hasta que se levanta y se arranca a bailar. Una idea genial, la que ha tenido esta gente al juntarse, y un espectáculo y disco sensaciones los que han montado, que habría sido todavía más grande de haberse programado la jornada del sábado, entre los conciertos de Kaiser Chiefs y Blur en el escenario principal, dejando a Los Planetas en el más adecuado Radio 3. Todos habríamos acabado más contentos. Esperemos que esta salada unión dure tiempo y se deje ver más.

Russel Mael con FFS

Russel Mael con FFS

Pero llegó la hora de ponerse serios, y es que Portishead se subían al escenario principal para dar el último gran concierto de esta edición del FIB. Y, personalmente, ni Blur ni leches: la mejor hora y media del festival la protagonizaron ellos, que tienen fama de directo seco y aburrido y que, sin embargo, a mi gusto ofrecieron toda una lección de sobriedad y belleza. Sí, sin duda muy estáticos, fríos y oscuros sobre el escenario, con una solitaria Beth Gibbons aferrada a su micrófono rodeada de guitarristas, teclistas e ingenieros de sonido construyendo un delicadísimo castillo con su voz. Es curioso cómo una banda tan determinante solamente cuente con tres discos de estudio a lo largo de sus 20 años de historia, pero es la verdad, y en esta gira están sabiendo ordenarlos, pero con especial atención al Third (2008) que es, por ahora, su último álbum. Ofrecieron una actuación tensa, muy serena y lenta pero que la audiencia del principal no solo supo encajar, sino que respetó de forma mayoritaria y vitoreó, cada tema con más fuerza. No son dados los de Bristol a las muestras de cariño, y mantuvieron su distante actitud hasta que finalizado el último tema, Roads, Beth Gibbons rompió la frialdad diciendo “Gracias, solamente gracias, no sé qué más decir”. Anécdotas a un lado, me parece que lo que hace Beth Gibbons con la voz es una cosa bellísima que por momentos no parece de este planeta, y logró ponerme los pelos de punta en Sour Times, Machine Gun (el tema que rompió definitivamente el concierto por su intensidad y belleza y que aceleró ligeramente el ritmo del setlist) y Glory Box. Mucha belleza, árida, serena y madura, pero conmovedora en todo momento. Noventa minutos que pasaron en un suspiro y que dejaron a una buena parte del Benicàssim flotando.

Adrian Utley de Portishead

Adrian Utley de Portishead

Ryan Jarman de The Cribs

Ryan Jarman de The Cribs

Pero lo cierto es que aún quedaba noche: en el Radio 3, aunque con cierto retraso, estaban el trío de hermanos ingleses The Cribs, en cuyo post-punk desgarbado y juvenil, apadrinado por Johnny Marr, depositaba yo muchas esperanzas. Les aguanté pocas canciones, al encontrarles impostada la actitud y machacones y repetitivos los temas que, por otro lado, en estudio me parecen llenos de riqueza y pegada. Tal vez el sabor de las delicadezas de Portishead todavía me duraba en la boca y cualquier cosa que escuchara después de ello me iba a saber quemada, pero el show de The Cribs me pareció del montón, ampliamente superado por muchos pequeños grupitos de inclinación similar que habíamos visto en estos cuatro días subidos al autobús de Red Bull. Y al Red Bull me volví, porque resulta que Joe Crepúsculo estaba haciendo su fin de fiesta particular: con una lista de invitados que no parecía acabarse nunca, Tomasito a las palmas, un barman preparándoles cócteles ahí mismo, Nacho Vigalondo bailando y un buen puñado de coristas-bailarinas, Crepus ponía a la audiencia indie nacional que quedaba en Benicàssim del revés a golpe de Ritmo Mágico y Mi Fábrica de Baile. Genialidad, sin duda, que constituyó uno de los mejores momentos del día y con la que fue imposible no gastar zapatilla, cantar y reírse a gusto: como debe ser un fin de festival. Para otro año, que se planteen llevarlo al escenario principal a animar a los guiris.

Joe Crepúsculo animando a las masas desde el autobús de Red Bull

Joe Crepúsculo animando a las masas desde el autobús de Red Bull

Dan Smith, vocalista de Bastille

Dan Smith, vocalista de Bastille

Guiris (ingleses) que, por cierto, habían estado casi desaparecidos hasta después del concierto de Portishead, y que aparecieron en tropel a llenar el concierto de Bastille en el principal. Tenía cierta curiosidad por ver qué hacían los niños bonitos del Reino Unido con las masas, pero quedé bastante decepcionada por su espectáculo: horchata en las venas, a mi gusto, mucha luz, una puesta en escena algo pretenciosa, pero a la hora de la verdad, poca carne en el asador. La chavalada, eso sí, como loca, coreando sin parar y poniéndole al asunto bastante más entusiasmo que el que parecía haber sobre el escenario. La verdad es que pronto me volví a ver acabar el set de Crepus y a Bastille sólo me pasé cuando la de verdad había acabado en el autobús.

MØ (Karen Marie Ørsted) @ FIB 2015

Más esperanzas tenía con , la joven danesa a la que llevamos ya un par de años siguiendo desde este blog y a la que hacía ya algún tiempo que no veíamos. No están claros los motivos pero empezó con más de media hora de retraso y aunque se afanó en pedir disculpas (a las tres de la mañana se agradecían porque el cansancio llevaba un rato haciendo acto de presencia), tuvo que acortar su set en más de 15 minutos. La actitud y resultados fueron los que ya conocemos: un espectáculo centrado en ella y en los frenéticos bailes que se marca, en su magnetismo personal y en su aparentemente inquebrantable voz. Eso sí, con un repertorio completamente nuevo y diferente del que presentaba el año pasado, que se centraba en su primer disco, No Mythologies To Follow (2014). En estos meses, aunque no ha publicado ningún nuevo LP, sí que ha lanzado bastantes singles y colaboraciones como Beg For It o One More, que pegaron fortísimo entre la audiencia, que los coreó sin dificultad. Es agradable ver que aunque su puesta en escena no cambia sustancialmente, sí que va actualizando el repertorio para que realmente merezca la pena verla cada vez que se te pone a tiro, porque de lo que no cabe duda es de que MØ es un auténtico espectáculo en si misma. Llena de carisma y casi adicta al crowdsurfig, consigue meterse a propios y extraños en el bolsillo, y todo ello sin que su voz flaquee ni por un momento. Una apuesta segura para cierres de festivales como estos que nos hizo abandonar este Benicàssim bailando y cantando a lo loco, como debe ser.

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